Unos momentos más tarde, mientras Jesús cenaba, María Magdalena se arrojó a sus pies llorando, los limpió con sus cabellos y ungió con un perfume que llevaba. Aunque muchos de los presentes recriminaron las acciones de María, Jesús la acogió, perdonó sus pecados y permitió que lo acompañara junto los demás seguidores.
María Magdalena, acompañó a Jesús y sus apóstoles en sus viajes por Galilea. Hizo parte del grupo de mujeres que le servían, en el que estaban otras Marías, por lo que es bastante común que se la confunda con María Betania, la hija de Lázaro o con María, otra seguidora de Jesús que fue presentada como la pecadora. Tras la resurrección de Jesús, María Magdalena continuó difundiendo la palabra.
Es considerada santa por la Iglesia católica, la Iglesia ortodoxa y la Comunión anglicana, que celebran su festividad el 22 de julio. Reviste una especial importancia para las corrientes gnósticas del cristianismo. En 1988, el papa Juan Pablo II en la carta Mulieris Dignitatem se refirió a ella como la "apóstol de los apóstoles", y el 10 de junio de 2016, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos publicó un decreto por el cual se eleva la memoria de santa María Magdalena al grado de fiesta en el Calendario romano general,1 por expreso deseo del papa Francisco.